El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividad y
tecnologías digitales de Paula Sibilia.
Capítulo 3: Ser humano
En esta ocasión
amplío el desarrollo de algunas de las ideas de Paula Sibilia, del capítulo
antes mencionado, que expuse en la entrada anterior del blog. Para ello me valgo,
en esta oportunidad, de ideas incorporadas a partir de la lectura de los blogs
de Romina Correa y Maira Quezada.
La forma Dios y el surgimiento de nuevas
formas
En el siglo XVI
la forma Dios (creador del universo y del hombre) era la figura central, girando
todo en torno a él, incluso la organización de la sociedad. Por lo que no es de
extrañar que la generación espontánea fuera una teoría fuertemente arraigada en
los pensamientos de muchos naturalistas, ya que la visión divina estaba latente,
como señala Romina.
Sin embargo algo
comenzó a forjar las fuerzas que predominaban, para dar forma a algo nuevo,
diferente, puesto que “los hombres no cesan de inventarse “modos de ser””. Esta
nueva forma que surgió, al igual que las otras formas que existieron y que
existen, es propia de las relaciones de fuerza de cada momento histórico, y
determina los modos de pensar, representarse y organizarse de los hombres (Romina).
Dualismo cuerpo-alma:
Como menciona Maira, en el
siglo XVII ocurre un quiebre epistemológico, la “razón” se convirtió en la
forma dominante, donde el filósofo que principalmente identifica este
pensamiento es el francés René Descartes, quien estaba convencido de que sólo
la razón puede proporcionarnos pensamientos seguros. De esta manera el filósofo
con estas ideas da muerte a la forma Dios, dando paso así a la forma hombre.
Asimismo, Descartes apostaba a un
pensamiento dualista, ya que estaba convencido de que existía una clara
separación entre “espíritu” y “materia”. El filósofo exponía así, la existencia
de dos formas distintas de realidad, el pensamiento (o alma) y la materia (o cuerpo).
Por un lado se encuentra el alma pensante, la cual es sinónimo de nuestra razón,
y por ello misteriosa, posicionada así es la escala de lo divino. Y por otro
lado, se encuentra el cuerpo, el cual al igual que un reloj (o cualquier
máquina) está compuesto por unas cuantas piezas tales como huesos, músculos,
arterias, etc., asimismo es éste quien envejece, quien se vuelve obsoleto y así
determina una fecha de caducidad para el alma.
De este modo gracias al pensamiento dualista y con el apoyo de la
medicina el cuerpo humano comenzó a ser estudiado, pero sólo si estaba
despojado del “alma”, de la divinidad que otorgaba la vida (Romina). De igual
modo, la idea del cuerpo humano como objeto de estudio de la medicina, se vio
reforzada durante el capitalismo ante la necesidad de tener un cuerpo
sano para el trabajo forzoso durante el capitalismo (Maira).
Digitalización de la vida: superando los límites de la
materialidad
En
la actualidad a partir de la revolución por los conocimientos en informática y
biotecnología, se está produciendo una tendencia virtualizante, enfatizando el
rol de la información. La biotecnología, a partir del Proyecto Genoma Humano permitió
conseguir la lectura de la secuencia completa del genoma humano, estudiando la
ubicación de cada uno de los genes en el ADN. Presentando así al cuerpo humano
como una suerte de programa de computación que fue descifrado. De esta manera,
¿el secreto de la vida ha pasado a manos de la tecnociencia? ¿Acaso la esencia
del hombre está inscrita en su ADN, en su sustrato biológico y por lo tanto es
material?
Por
su parte, los nuevos avances en la teleinformática hacen que nos lleguemos a
plantear en la posibilidad de crear máquinas inteligentes, que lleguen a pensar
como los humanos. Acaso ¿será posible crear un programa de computadoras que
simule las redes neuronales que se producen en el cerebro humano, y de esta
manera poder incluso descargar nuestra esencia en un software, descartando así
nuestro perecedero cuerpo? De esta manera, ¿la esencia del hombre es
inmaterial, concentrada en la mente? ¿Y si la humanidad es sólo la información
de nuestra mente, no habría diferencia con las computadoras y los seres vivos?
Aunque no lo parezca, ambas ciencias comparten
un íntimo parentesco, ya que ambos tipos de saberes y conjuntos de técnicas se
aplican en el ser humano, es sus cuerpos, sus subjetividades, e intentan
reproducirlos, incluso potenciarlos. Ambos saberes poseen un componente fáustico,
donde se objetivo deja entrever que se intenta superar los límites de la
materia, trascender las restricciones inherentes al organismo humano buscando
una esencia virtualmente eterna. Parecería, visto de esta manera, que la
humanidad es un estado transitorio en la camino a la superación del mismo, en
un intento por conquistar la inmortalidad.
La complejidad humana:
¿Llegará
el día en que con sólo teclear las características esperadas se obtendrá el ser
deseado? ¿O el día en que trasferiremos nuestras mentes a ordenadores y conseguiremos
así, gracias a la velocidad de los mismos, conocimiento casi infinito? Todas
estas cuestiones quizás nunca lleguen a suceder, o tal vez sí, pero sin embargo
no hay que olvidarse nunca de la complejidad de la naturaleza humana, y por
supuesto de la vida misma.
Por
eso hay ciertas cuestiones que me parecen importantes pensar:
- Las operaciones lógicas, humanas o computacionales, se llevan a cabo gracias a un soporte material, de modo que el cuerpo o el hardware siempre serán necesarios, de otro modo sería sólo energía.
- La compleja lógica de la mente humana, las maneras como pensamos y sentimos todavía son un enigma para la tecnociencia, nadie sabe aún cómo funciona el cerebro. Las emociones es lo más de difícil de replicar por máquinas (quizás por lo irracional que a veces pueden llegar a ser), y en este campo la tecnociencia sólo ha registrado fracasos al tratar imitarlos. ¿Lograran algún día las máquinas sentir, como por ejemplo lo lindo que es que te despierten con café recién preparado a la mañana, la felicidad que da el abrazo de un hijo, o la angustia que da ver sufrir a un amigo? Y acaso, ¿no son también todas esas sensaciones, buenas y malas, las que nos impulsan a querer conocer, saber más de la vida? ¿Cuál sería nuestro estímulo si fuéramos máquinas?
Asimismo,
los hallazgos del genoma humano no sólo nos han traído certezas, sino que
también que también despertaron grandes inquietudes. Por ejemplo, sabemos que por
el momento:
- Se pueden diagnosticar enfermedades hereditarias, pero no se pueden curar los trastornos genéticos, lo que sí se puede es, a través de los diagnósticos preimplantatorios, evitar transmitirlos a la descendencia.
- El comportamiento humano no está determinado sólo por los genes, el ambiente juega un rol igual (o a veces pareciera que más) de importante. Lo mismo sucede con las enfermedades multifactoriales, las cuales se desencadenan por varios genes en combinación con el ambiente.
Es
así, que no podemos negar que estamos en una nueva era comandada por
conocimientos que a veces parecen que nos superar, y en donde es necesario plantearse
muchas cuestiones, que van desde el plano laboral, jurídico, ético, etc. Tales
como: la cuestión de los embriones que no son implantados, quién debería
conocer la información de nuestro genoma, si dicha información podría ser
utilizada para discriminar, o incluso intentar crear el ser “perfecto” (¿y a
qué se consideraría perfecto?). Y así muchísimas cosas más.
De
esta manera como señala Maira, es importante fomentar la alfabetización
científica de los ciudadanos, ya que como se observó vivimos en el siglo de la
tecnología, donde además constantemente la biotecnología nos presenta nuevos
conocimientos que tienen un fuerte impacto en la sociedad. Es así, que es
fundamental formar ciudadanos informados y críticos en esta sociedad de la
información en la que nos toca vivir.
Blog de Romina Correa: http://rominacorrea.blogspot.com.ar
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