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7 abr 2013

Reescritura: El hombre postorgánico. Capítulo 3



El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales de Paula Sibilia.
Capítulo 3: Ser humano


En esta ocasión amplío el desarrollo de algunas de las ideas de Paula Sibilia, del capítulo antes mencionado, que expuse en la entrada anterior del blog. Para ello me valgo, en esta oportunidad, de ideas incorporadas a partir de la lectura de los blogs de Romina Correa y Maira Quezada.


La forma Dios y el surgimiento de nuevas formas

En el siglo XVI la forma Dios (creador del universo y del hombre) era la figura central, girando todo en torno a él, incluso la organización de la sociedad. Por lo que no es de extrañar que la generación espontánea fuera una teoría fuertemente arraigada en los pensamientos de muchos naturalistas, ya que la visión divina estaba latente, como señala Romina. 

Sin embargo algo comenzó a forjar las fuerzas que predominaban, para dar forma a algo nuevo, diferente, puesto que “los hombres no cesan de inventarse “modos de ser””. Esta nueva forma que surgió, al igual que las otras formas que existieron y que existen, es propia de las relaciones de fuerza de cada momento histórico, y determina los modos de pensar, representarse y organizarse de los hombres (Romina).

Dualismo cuerpo-alma:

Como menciona Maira, en el siglo XVII ocurre un quiebre epistemológico, la “razón” se convirtió en la forma dominante, donde el filósofo que principalmente identifica este pensamiento es el francés René Descartes, quien estaba convencido de que sólo la razón puede proporcionarnos pensamientos seguros. De esta manera el filósofo con estas ideas da muerte a la forma Dios, dando paso así a la forma hombre. 

Asimismo, Descartes apostaba a un pensamiento dualista, ya que estaba convencido de que existía una clara separación entre “espíritu” y “materia”. El filósofo exponía así, la existencia de dos formas distintas de realidad, el pensamiento (o alma) y la materia (o cuerpo). Por un lado se encuentra el alma pensante, la cual es sinónimo de nuestra razón, y por ello misteriosa, posicionada así es la escala de lo divino. Y por otro lado, se encuentra el cuerpo, el cual al igual que un reloj (o cualquier máquina) está compuesto por unas cuantas piezas tales como huesos, músculos, arterias, etc., asimismo es éste quien envejece, quien se vuelve obsoleto y así determina una fecha de caducidad para el alma.

De este modo gracias al pensamiento dualista y con el apoyo de la medicina el cuerpo humano comenzó a ser estudiado, pero sólo si estaba despojado del “alma”, de la divinidad que otorgaba la vida (Romina). De igual modo, la idea del cuerpo humano como objeto de estudio de la medicina, se vio reforzada durante el capitalismo ante la necesidad de tener un cuerpo sano para el trabajo forzoso durante el capitalismo (Maira).

Digitalización de la vida: superando los límites de la materialidad

En la actualidad a partir de la revolución por los conocimientos en informática y biotecnología, se está produciendo una tendencia virtualizante, enfatizando el rol de la información. La biotecnología, a partir del Proyecto Genoma Humano permitió conseguir la lectura de la secuencia completa del genoma humano, estudiando la ubicación de cada uno de los genes en el ADN. Presentando así al cuerpo humano como una suerte de programa de computación que fue descifrado. De esta manera, ¿el secreto de la vida ha pasado a manos de la tecnociencia? ¿Acaso la esencia del hombre está inscrita en su ADN, en su sustrato biológico y por lo tanto es material?

Por su parte, los nuevos avances en la teleinformática hacen que nos lleguemos a plantear en la posibilidad de crear máquinas inteligentes, que lleguen a pensar como los humanos. Acaso ¿será posible crear un programa de computadoras que simule las redes neuronales que se producen en el cerebro humano, y de esta manera poder incluso descargar nuestra esencia en un software, descartando así nuestro perecedero cuerpo? De esta manera, ¿la esencia del hombre es inmaterial, concentrada en la mente? ¿Y si la humanidad es sólo la información de nuestra mente, no habría diferencia con las computadoras y los seres vivos?

 Aunque no lo parezca, ambas ciencias comparten un íntimo parentesco, ya que ambos tipos de saberes y conjuntos de técnicas se aplican en el ser humano, es sus cuerpos, sus subjetividades, e intentan reproducirlos, incluso potenciarlos. Ambos saberes poseen un componente fáustico, donde se objetivo deja entrever que se intenta superar los límites de la materia, trascender las restricciones inherentes al organismo humano buscando una esencia virtualmente eterna. Parecería, visto de esta manera, que la humanidad es un estado transitorio en la camino a la superación del mismo, en un intento por conquistar la inmortalidad.

La complejidad humana:

¿Llegará el día en que con sólo teclear las características esperadas se obtendrá el ser deseado? ¿O el día en que trasferiremos nuestras mentes a ordenadores y conseguiremos así, gracias a la velocidad de los mismos, conocimiento casi infinito? Todas estas cuestiones quizás nunca lleguen a suceder, o tal vez sí, pero sin embargo no hay que olvidarse nunca de la complejidad de la naturaleza humana, y por supuesto de la vida misma.

Por eso hay ciertas cuestiones que me parecen importantes pensar:

  •  Las operaciones lógicas, humanas o computacionales, se llevan a cabo gracias a un soporte material, de modo que el cuerpo o el hardware siempre serán necesarios, de otro modo sería sólo energía.
  • La compleja lógica de la mente humana, las maneras como pensamos y sentimos todavía son un enigma para la tecnociencia, nadie sabe aún cómo funciona el cerebro. Las emociones es lo más de difícil de replicar por máquinas (quizás por lo irracional que a veces pueden llegar a ser), y en este campo la tecnociencia sólo ha registrado fracasos al tratar imitarlos. ¿Lograran algún día las máquinas sentir, como por ejemplo lo lindo que es que te despierten con café recién preparado a la mañana, la felicidad que da el abrazo de un hijo, o la angustia que da ver sufrir a un amigo? Y acaso, ¿no son también todas esas sensaciones, buenas y malas, las que nos impulsan a querer conocer, saber más de la vida? ¿Cuál sería nuestro estímulo si fuéramos máquinas?


Asimismo, los hallazgos del genoma humano no sólo nos han traído certezas, sino que también que también despertaron grandes inquietudes. Por ejemplo, sabemos que por el momento:

  • Se pueden diagnosticar enfermedades hereditarias, pero no se pueden curar los trastornos genéticos, lo que sí se puede es, a través de los diagnósticos preimplantatorios, evitar transmitirlos a la descendencia.
  • El comportamiento humano no está determinado sólo por los genes, el ambiente juega un rol igual (o a veces pareciera que más) de importante. Lo mismo sucede con las enfermedades multifactoriales, las cuales se desencadenan por varios genes en combinación con el ambiente.

Es así, que no podemos negar que estamos en una nueva era comandada por conocimientos que a veces parecen que nos superar, y en donde es necesario plantearse muchas cuestiones, que van desde el plano laboral, jurídico, ético, etc. Tales como: la cuestión de los embriones que no son implantados, quién debería conocer la información de nuestro genoma, si dicha información podría ser utilizada para discriminar, o incluso intentar crear el ser “perfecto” (¿y a qué se consideraría perfecto?). Y así muchísimas cosas más.




De esta manera como señala Maira, es importante fomentar la alfabetización científica de los ciudadanos, ya que como se observó vivimos en el siglo de la tecnología, donde además constantemente la biotecnología nos presenta nuevos conocimientos que tienen un fuerte impacto en la sociedad. Es así, que es fundamental formar ciudadanos informados y críticos en esta sociedad de la información en la que nos toca vivir.





Blog de Maira Quezada: http://mairaquezada.blogspot.com.ar
Blog de Romina Correa: http://rominacorrea.blogspot.com.ar


El hombre postorgánico. Capítulo 3



El hombre postorgánico. Cuerpo, subjetividad y tecnologías digitales de Paula Sibilia.
Capítulo 3: Ser humano

Dualismo cuerpo-alma

Desde hace mucho tiempo, muchos hombres han estado convencidos de que existe una clara separación entre “espíritu” y “materia”, apostando así a un pensamiento dualista. Al enunciar esta idea es inevitable no aludir al filósofo francés René Descartes, quien exponía la existencia de dos formas distintas de realidad, el pensamiento (o alma) y la materia (o cuerpo). Por un lado se encuentra el alma pensante, la cual es sinónimo de nuestra razón, y por ello misteriosa, posicionada así en la escala de lo divino. Y por otro lado, se encuentra el cuerpo, el cual al igual que un reloj (o cualquier máquina) está compuesto por unas cuantas piezas tales como huesos, músculos, arterias, etc., asimismo es éste quien envejece, quien se vuelve obsoleto y así determina una fecha de caducidad para el alma.


Digitalización de la vida: superando los límites de la materialidad

En la actualidad a partir de la revolución por los conocimientos en informática y biotecnología, se está produciendo una tendencia virtualizante, enfatizando el rol de la información. La biotecnología, a partir del Proyecto Genoma Humano permitió conseguir la lectura de la secuencia completa del genoma humano, estudiando la ubicación de cada uno de los genes en el ADN. Presentando así al cuerpo humano como una suerte de programa de computación que fue descifrado. De esta manera, ¿el secreto de la vida ha pasado a manos de la tecnociencia? ¿Acaso la esencia del hombre está inscrita en su ADN, en su sustrato biológico y por lo tanto es material?

Por su parte, los nuevos avances en la teleinformática hacen que nos lleguemos a plantear en la posibilidad de crear máquinas inteligentes, que lleguen a pensar como los humanos. Acaso ¿será posible crear un programa de computadoras que simule las redes neuronales que se producen en el cerebro humano, y de esta manera poder incluso descargar nuestra esencia en un software, descartando así nuestro perecedero cuerpo? De esta manera, ¿la esencia del hombre es inmaterial, concentrada en la mente? ¿Y si la humanidad es sólo la información de nuestra mente, no habría diferencia con las computadoras y los seres vivos?

Aunque no lo parezca, ambas ciencias comparten un íntimo parentesco, ya que ambos tipos de saberes y conjuntos de técnicas se aplican en el ser humano, es sus cuerpos, sus subjetividades, e intentan reproducirlos, incluso potenciarlos. Ambos saberes poseen un componente fáustico, donde su objetivo deja entrever que se intenta superar los límites de la materia, trascender las restricciones inherentes al organismo humano buscando una esencia virtualmente eterna. Parecería, visto de esta manera, que la humanidad es un estado transitorio en la camino a la superación del mismo, en un intento por conquistar la inmortalidad.


La complejidad humana

¿Llegará el día en que con sólo teclear las características esperadas se obtendrá el ser deseado? ¿O el día en que trasferiremos nuestras mentes a ordenadores y conseguiremos así, gracias a la velocidad de los mismos, conocimiento casi infinito? Todas estas cuestiones quizás nunca lleguen a suceder, o tal vez sí, pero sin embargo no hay que olvidarse nunca de la complejidad de la naturaleza humana, y por supuesto de la vida misma.

Por eso hay ciertas cuestiones que son importantes pensar:

  •  Las operaciones lógicas, humanas o computacionales, se llevan a cabo gracias a un soporte material, de modo que el cuerpo o el hardware siempre serán necesarios, de otro modo sería sólo energía.
  • La compleja lógica de la mente humana, las maneras como pensamos y sentimos
    todavía son un enigma para la tecnociencia, nadie sabe aún cómo funciona el cerebro. Las emociones es lo más de difícil de replicar por máquinas (quizás por lo irracional que a veces pueden llegar a ser), y en este campo la tecnociencia sólo ha registrado fracasos al tratar de imitarlos. ¿Lograran algún día las máquinas sentir, como por ejemplo lo lindo que es que te despierten con café recién preparado a la mañana, la felicidad que da el abrazo de un hijo, o la angustia que da ver sufrir a un amigo? Y acaso, ¿no son también todas esas sensaciones, buenas y malas, las que nos impulsan a querer conocer, saber más de la vida? ¿Cuál sería nuestro estímulo si fuéramos máquinas?

Asimismo, los hallazgos del genoma humano no sólo nos han traído certezas, sino que también despertaron grandes inquietudes. Por ejemplo, sabemos que por el momento:

  • Se pueden diagnosticar enfermedades hereditarias, pero no se pueden curar los trastornos genéticos, lo que sí se puede es, a través de los diagnósticos preimplantatorios, evitar transmitirlos a la descendencia.
  • El comportamiento humano no está determinado sólo por los genes, el ambiente juega un rol igual (o a veces pareciera que más) de importante. Lo mismo sucede con las enfermedades multifactoriales, las cuales se desencadenan por varios genes en combinación con el ambiente.

Es así, que no podemos negar que estamos en una nueva era comandada por conocimientos que a veces parecen que nos superar, y en donde es necesario plantearse muchas cuestiones, que van desde el plano laboral, jurídico, ético, etc. Tales como: la cuestión de los embriones que no son implantados, quién debería conocer la información de nuestro genoma, si dicha información podría ser utilizada para discriminar, o incluso intentar crear el ser “perfecto” (¿y a qué se consideraría perfecto?). Y así muchísimas cosas más.